martes, 19 de febrero de 2008

Articulo Recomendado: JUEGOS DE PELÍCULA


por Xulio Riós, Director del Observatorio de la Política China (IGADI-Casa Asia) y Consejero de la Red Navarra de Estudios Chinos

A menos de seis meses de la celebración de los Juegos Olímpicos de Beijing, se eleva el tono y la presión en relación a China. El director de cine Steven Spielberg y otras figuras públicas, por variadas razones y más o menos abiertamente, invitan al boicot. Refutar estas críticas asegurando que van en contra del espíritu olímpico es, la verdad, toda una ocurrencia. Resulta, sencillamente, inevitable.

Es verdad que, internamente, la situación de los derechos humanos en China tiene mucho que mejorar en numerosos aspectos. También lo es, para quien sigue la evolución de la política china en los últimos años, que la tendencia general que presenta es positiva, aunque lenta y con un futuro incierto. Externamente, el asunto es más complejo. De una parte, China defiende como seña de identidad de su política exterior la no ingerencia en los asuntos internos, pero numerosas voces (en ocasiones las mismas que alertan de la amenaza que supone para el mundo) le exigen que haga valer su peso y poder para influir en el comportamiento político de determinados Estados. De otra, pudiera ser que, interesadamente, se quiera dar la impresión de que China (como ocurrió con las poderosas armas de Sadam nunca encontradas) tiene en Sudán o en Myanmar, más capacidad de la que realmente se dice. También EEUU y la UE tienen una enorme capacidad de influencia sobre Israel, por citar solo un caso, pero que no hacen valer en absoluto para mejorar la política de Tel Aviv en materia de derechos humanos. Se podrían citar muchos más casos, entre ellos, obviamente, el de la propia China: Occidente prefiere hacer negocios a utilizar la presión económica para lograr ese objetivo político. No hace, precisamente, lo que le exige a China que haga. Toda una incoherencia.

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