Asistimos a un periodo de reajustes en la política internacional que está trasladando el poder del Atlántico al Pacífico. En el tablero oriental, China es el jugador central tanto activa como pasivamente. Aún con mucho camino por recorrer, el gigante asiático aspira a la primera fila de la política mundial y a convertirse en líder regional. Sin embargo, ése es un lugar que ocupa Estados Unidos y son muchas las debilidades chinas como para cuestionar tal posición. El Kremlin aspira a erosionar la presencia de las “barras y estrellas” en Asia Central y coopera con la Ciudad Prohibida. Los países de la zona recelan del ascenso chino y, a la par que cooperan con Beijing, miran a Occidente en busca de una sombrilla. Por último, la Unión Europea se resiste a ser “convidado de piedra” e incentiva a sus miembros para entablar mayores relaciones con China.
España ha llegado tarde a China. Con la restauración democrática tuvo que reinventar su política exterior y atender sus escenarios prioritarios: Europa, América y el Mediterráneo. El año 2000 trajo consigo los primeros intentos de acción sistemática hacia lo que se definió entonces como la última frontera de la diplomacia española: Asia Oriental. El “Plan Asia-Pacífico” primero; la acción desde Casa Asia y posteriormente el “Plan de Acción” situaron al gigante asiático en el centro del teatro de operaciones. Desde entonces se ha producido una auténtica “carrera de China” con el objetivo de tomar posiciones. Las Comunidades Autónomas (Andalucía, Asturias, Aragón, Cantabria, Cataluña, Extremadura, Galicia, País Vasco y Valencia tienen oficinas de representación propias en China) han sido agentes destacados de este impulso, para que la acción exterior española recupere terreno en sus relaciones con Beijing. El Estado sabe que no hay tiempo que perder, ya que en nuestro mundo globalizado el crecimiento económico chino va a generar ganadores y perdedores y no hacer los deberes puede, a largo plazo, resultar peligroso. También para Navarra.
China gana cada día peso en la Comunidad Foral. No me refiero tan sólo al atractivo cultural -navegante más o menos de la moda y la circunstancia- que la civilización china ejerce sobre nosotros, sino a la terca realidad de las cifras. Por citar algunas diremos que, en sólo cinco años, China ha pasado de ocupar un puesto marginal (el 25 º) en el comercio internacional de la Comunidad Foral a colarse en el pelotón de cabeza y China es ya el primer socio fuera de la UE en el capítulo de importaciones. En cuanto a la diáspora china, si en 2001 había registradas en Navarra en torno a 200 personas, entre ciudadanos de la República Popular y Taiwán, hoy rondan los 700, muchos de ellos autoempleados. Cabe citar finalmente el volumen de adopciones de niños chinos, que ha propiciado en nuestra Comunidad un asociacionismo específico, la Asociación PANDA.
La sociedad ha reaccionado positivamente a este aumento de vínculos con China. El nacimiento de la Red Navarra de Estudios Chinos ha sido señalado desde diversos foros como un ejemplo de consenso. Está concebida al mismo tiempo como alianza del conocimiento y plataforma de acción divulgativa, universitaria y empresarial, incardinada con los circuitos nacionales e internacionales de expertos en China. Pero no es suficiente. Un escenario complejo en lo político y lo cultural como el chino requiere del patrocinio oficial, a través de acuerdos de hermanamiento y visitas oficiales, en una primera fase, que amparen la creación de relaciones no gubernamentales antes de que éstas progresen por sí mismas. Es cierto que el Gobierno de Navarra ha dado algunos pasos interesantes (convenio con la región china de Liaocheng, misiones y presencia de SODENA en ferias internacionales celebradas en China), pero la falta de continuidad ha sido la tónica dominante hasta el momento, imposibilitando la construcción de relaciones de confianza y beneficio mutuo (“guanxi”) entre los estratos oficiales sino-navarros.
Navarra, al igual que el resto de Estado, se enfrenta a la tarea de convertir el reto chino en oportunidad. Oportunidad para la proyección política y cultural de la Comunidad Foral en la zona más dinámica y poblada del planeta. Oportunidad para construir una sociedad mejor formada, más rica en matices y más tolerante con la diferencia. Finalmente, también una oportunidad económica, tanto para el desafío internacionalizador de las empresas navarras como para la atracción de talento, capitales y turismo procedentes de China. Para todo ello es necesario que administraciones públicas, sector privado y sociedad civil proyecten y actúen conjuntamente. Tenemos la experiencia, los recursos y las personas. Sería una lástima perder la ocasión
[publicado en Diario de Navarra el 5 de octubre de 2007]
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