Por Rafael Poch.
Corresponsal de La Vanguardia en Beijing.
Gran parte de la plana mayor de la primera generación hispana de sinólogos (conocedores de la lengua y la cultura china) y expertos en China, se reunió en Pekín los días 23 y 24 de octubre, en un encuentro sin precedentes. No estaban todos. Entre otros, faltaban algunos residentes en Taiwan, importantes en la corta lista de la sinología nacional, pero fue un encuentro emocionante y entrañable por lo que puso en evidencia: nos movemos.
Los estudios sobre China y Asia Oriental son un recién nacido en España, uno de los países europeos más ignorantes sobre China, pero la existencia de esta primera generación y de un grupo cada vez más numeroso de discípulos, residentes, becados o doctorandos en China, certifica que hay movimiento.
El encuentro fue organizado por la Profesora Taciana Fisac, de la Universidad Autónoma de Madrid. Hace más de diez años que Fisac barajaba el proyecto, con la Profesora Flora Botton, veterana maestra de sinólogos en Mexico, de crear una red iberoamericana de estudios de Asia Oriental, que ha sido bendecido por el Ministerio de Educación. El encuentro de Pekín, bajo el título de 'La Cultura china en lengua española', ha sido un comienzo, explica Fisac.
Participaron especialistas de cinco países iberoamericanos y de siete universidades españolas. Abundaron en él las quejas sobre nuestra miseria oriental, reflejo de una más amplia y general miseria cultural, los lamentos por la falta de apoyos institucionales, la casi completa ausencia de la literatura china, clásica y moderna, más allá de los bodrios de mercado tipo 'Shanghai Baby' que casi es lo único que llega a nuestros suplementos dominicales, y, de rebote, a nuestras editoriales, cuyo norte es... la prensa, es decir; un ciego ignorante dirigiendo la procesión.
Hubo en el encuentro de Pekín un consenso bastante general que demuestra la brecha que existe entre la gente que conoce China y lo que hacen los periodistas españoles que informamos sobre China. Son dos mundos diferentes.
"Todos los que hemos vivido en China, tenemos una reacción muy negativa sobre la forma en que [los medios de comunicación] presentan China en España", dijo el Profesor Sean Golden, uno de los asistentes. "Mis alumnos", explicó la Profesora Alicia Relinque de la Universidad deGranada, "creen que la China comunista es algo terrible, que aquí no se puede vivir, lo que contrasta mucho con las dinámicas realidades del país y con mi propio sentir, porque yo estoy deseando venirme aqui siempre que puedo, porque me siento tan a gusto en esta sociedad...".
España, que el Profesor Wang Zhongchen definió irónicamente como, "un país atrasado dentro del grupo de países imperialistas avanzados", tiene algunas ventajas, las ventajas del que llega tarde. Para empezar, lo más actual de lo que nos une con China es, precisamente aquello de lo que nos avergonzamos y queremos olvidar; nuestro reciente pasado de régimen de partido único caudillista, y de "sociedad en desarrollo" en la que durante un largo periodo, y hasta los años setenta, pasaban cosas no tan diferentes a lo que hoy estamos observando, a lo bestia, en China.
Ese estado de cosas, que nuestros vecinos europeos olvidaron hace varias generaciones, están presentes en la memoria viva de españoles (portugueses y griegos), por no hablar de los latinoamericanos. Quizá por eso, en ningun lugar de Europa se pronuncia con mayor desprecio el adjetivo "tercermundista". Pero la octava potencia económica del mundo, no debería ocultar su biografía, tan interesante para quien no se rija por el PIB, y mucho más cercana a la del resto del mundo que la de quienes siempre viajaron en primera. Aunque hoy ya nadie, ni siquiera China, escapa a lo que el Profesor Cheng Zhongyi califica de "carnaval global", esa biografía de sociedad en desarrollo es nuestra ventaja con respecto a los "más avanzados".
Nos permite "posiciones propias" en la mirada hacia el otro, como sugiere el Profesor Xulio Ríos, seguramente el único español que se orienta en el mundo del Partido Comunista Chino. Que esa mirada se transmita a la siguiente generación, los estudiantes ya nacidos en la "octava potencia", expuestos a las influencias del "carnaval global" con guión anglosajón, sería importante. Ríos comenzó, él sólo, una institución gallega que se llama IGADI, el "Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional", con sede en Santiago, que hoy tiene siete investigadores. "No hay apoyo institucional", dice.
La de Laureano Ramírez, de la UAB, también es una historia de tesón y soledad. Tradujo 'Rulin waishi', (Los letrados) de Wu Jingzi, un clásico chino del Siglo XVIII. "Pere Gimferrer era el único en toda España que había leído el libro, en francés, y lo conocía, gracias a él se pudo publicar, bajo el discutible título 'Los Mandarines. Historia del bosque de los letrados'. Le dieron el Premio Nacional de traducción, 1992, y una palmadita en la espalda, pero, dice, "me da verguenza revelarles la tirada de los libros que he traducido". "En España hay muy poca literatura china", dice Ramírez. El cánon budista consta de 1.500 a 4.000 obras, tenemos traducidas tres. El cánon taoísta, unas 1.500 obras, hay tres o cuatro traducidas. De la tradición historiográfica china, 24 monumentales historias dinásticas, en Europa se ha traducido muchos trozos, en España muy poco, explica. "Nosotros reconocemos la existencia de hispanistas en China, ¿por qué China no reconoce los estudios de los sinólogos de Occidente"?, se pregunta Ramírez. La respuesta parece ser: puro etnocentrismo. Al parecer Japón superó esa misma actitud en el pasado.
Los reproches fueron de idea y vuelta, gracias a algunos de los participantes chinos, procedentes de cinco instituciones académicas del país. "Hace no mucho, cuando iba a España me decían 'sayonara', ahora parece que los españoles ya comienzan a distinguir entre chino coreano y japonés", dijo el Profesor Ding Wenlin de la Universidad de Pekín. En la UAB, la enseñanza de la lengua china comenzó en 1988, explica Sean Golden, un irlandés que aprendió español en China y hoy traduce literatura clásica china al catalán. "Ahora tenemos gente de diversos origenes disciplinarios que están viviendo en China, licenciados desde hace cuatro años, y que a diferencia de antes, encuentran trabajo relativamente rápido".
A continuación dos preguntas que este cronista formuló a los participantes del encuentro de Pekín: 1- Las desventajas de pertenecer a una primera generación académica son obvias, pero ¿hay alguna ventaja en comenzar desde cero?
Alicia Relinque (Universidad de Granada): Hemos tenido que hacer mucho esfuerzo, pero también hemos tenido todo el campo abierto. Hemos estado algo perdidos, pero hemos podido decidir muy bien hacía donde queríamos ir. Si poder elegir es una ventaja, esa es la nuestra.
Laureano Ramirez (Universitat Autònoma de Barcelona): La ventaja se desprende de la irrepetible época de China que nos ha tocado vivir. Yo vine aquí cuando todavía no había acabado la Revolución Cultural, así que he asistido a un tremendo cambio, pero no hay una gran ventaja.
Sean Golden (UAB): Partir de cero tiene la ventaja de que se pueden definir con mayor libertad los contenidos de la materia. Teóricamente podríamos analizar cómo lo hacen otros países, e intentar buscar lo mejor, algo con "características españolas".
Xulio Ríos (IGADI): Las desventajas pesan mucho más. Hay que poner mucho esfuerzo, ilusión y voluntarismo para poder hacer un trabajo serio. Los apoyos institucionales del sector público y privado para proyectos de investigación son mínimos. La experiencia que hemos vivido en nuestra transición, desde los años setenta hasta ahora, la presencia de cuestiones nacionales que otros países no tienen, todo eso nos da cierta sensibilidad para establecer un enfoque singular y propio sobre la reforma china.
Dolors Folch (UPF): Todo lo que empieza se puede mejorar. Se cuenta con un capital humano y un entusiasmo más activo, más enérgico. Te lo tienes que inventar todo, pero eso abre puertas a la creatividad. Creo que ese ha sido nuestro triunfo y que la segunda generación lo tendrá más aburrido que nosotros.
Anna Busquets (UOC): Te deja el campo muy abierto.
2- ¿Cómo explica la pésima imagen de China en España?
Alicia Relinque (Universidad de Granada): Empezaron los misioneros. Venían a conquistar el mundo y a conquistar almas. Había una clara falta de comprensión. Hoy los mitos son los mismos; que son unos mentirosos, que son muy trabajadores pero que siempre te van a engañar... En el siglo XVI, ya se leen los mismos mitos. Lo de ahora es la nueva versión del "peligro amarillo", con intereses comerciales de por medio.
Sean Golden (UAB): Por el mimetismo de los medios de comunicación. Impera el transatlatismo y hay muy poca independencia. En el CIDOB hablamos de la necesidad de formar informadores internacionales con mentalidad independiente. Todos los que hemos vivido en China, tenemos una reacción muy negativa sobre la forma en que se presenta China en España.
Xulio Ríos (IGADI): Seguramente tiene que ver con cómo llega China al ciudadano; las tiendas de todo a cien, los restaurantes y una literatura periodística que abunda en los problemas y las estridencias. Hay una cultura negativa alrededor de los emigrantes chinos. En resumen: un gran desconocimiento. Es importante poner en valor otros aspectos.
Dolors Folch (UPF): Ignorancia pura y dura. Además por un lastre politico de sinofobia de 150 años que en Europa se ha mitigado, pero que en España continúa. No se conoce nada de China, se piensa que es un país monolitico, autoritario, donde los chinos están asfixiados y se mata a las niñas. Toda esa imagen no cuadra con la realidad del renacer chino, del desarrollo. La copia de productos es algo horroroso, en cambio el colonialismo europeo es un "hecho histórico" que se contempla con indulgencia. También actua el "americocentrismo". Nuestra sociedad ya está muy imbuida de eso.
Anna Busquets (UOC): Se mezclan intereses con reminiscencias del "peligro amarillo".
Artículo publicado originalmente en La Vanguardia 12/11/2007
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